EMPARRADA EN EL SEMÁFORO

En una calle cerca de la mía
hay un balcón lleno de jaulas de canarios.
Así quiero que sea mi balcón.

Me gustaría discutir con la comunidad
sobre los cantos de los canarios.
Que en el ascensor digan los vecinos que el ruido,
que no hay derecho a las seis de la mañana ya jaleo.
Encima cada día hay más.
Lo peor es que los gorriones se acercan atraídos por los trinos
y están anidando en los tubos de la cocina
hacen unos embrollos que cortan la ventilación de los gases
y algún día vamos a tener un disgusto.

Cuando paso por esa calle, paso cuatro veces al día,
me paro en el semáforo rojo que dura dos semáforos de peatones
y miro la fiesta de los canarios con la frente apoyada en el cristal.
Siempre veo un gorrión revoloteando, desde los barrotes de la barandilla
hasta una jaula, y vuelta otra vez.
Se habrá enamorado?
Le podría una barrita de cereales al lado de una tapa con agua.

Así quiero ser.
Pasar el día espiando a los canarios
poniendo sorpresas nuevas a los gorriones
tener pensamientos de canarios y gorriones
inventarme cosas para ellos y para mí.
También habría para la comunidad.